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Nuestro juego no es más que un placer, una grieta
una victoria, un culto
un bienestar violento
un azulejo mal puesto rodeado de hormigas rojas.
Nuestro placer es un martes
es un jugo de naranja
es un golpe, una carta
o un ensayo arriesgado.
Y nuestro juego es un parque, un animal, un viento
una quietud estoica, una ventana de noche
es un circuito redondo e impreciso, y es tan suave
que se mueve como el filo de un diamante sobre un disco.


Tal vez fui tuya una noche
dijiste mi nombre
tenías dos manos
rompiste mis piernas.
Esto es todo lo que tengo para darte,
lo demás lo vendí
quería estar sola.
él mira el árbol mira el árbol, el árbol del medio del patio el naranjo doloroso en cuyo centro se levanta una larga rama de espinas, mira el árbol detenido como si no hubiera espacio como si fuera la forma del árbol y no el árbol lo que mira y aún no entiende no entiende que yo tengo que referirme a ti, a ti, a ti como a una piel cercana en un parque de naranjos, como a una mano rota sin matiz ni conciencia, pero no entiende, y me descubre a duras penas a través de la ventana, y me convierte en un ruido en un papel arrugado y me saluda con un gesto inexplicable, casi injusto, al que no correspondo, al que no pertenezco, al que encierro en mi mente como un nido de avispas, al que vuelvo cada tanto pidiendo disculpas, agachada, consciente, sigilosa, rendida
si para ti es un arte
y para mí es un juego
donde mi mano va hacia allí donde la mesa termina
si nos rodean guirnaldas
y para ti es una fiesta
donde la mesa es el centro del cuarto de nuestros cuerpos
y si venís hacia mí desde tus cejas primero
y me pedís que me despoje
  y me despojo
    y me das tu ayuda
si van cayendo los dados
los lápices
los papeles
si todo es sí
si todo es eso
si me dejás darle vueltas a nuestra sed para que sea mía
entonces juego